jueves, 31 de julio de 2008

la siesta

Lo miraba dormir en el sofá en una postura grotesca, con la baba cayéndole en un hilillo sobre el almohadón en que apoyaba su blanca cabeza, resoplando como un cerdo viejo y deteriorado.
¡Míralo!..., se dijo. Ahí estaba el causante de que su vida hubiese sido una mierda...Una preciosa vida desperdiciada, arruinada...amargada. Sus pequeños brotes de alegría siempre asfixiados, sus tímidas iniciativas anuladas. Su vida se asemejaba a una partida de monopoly en el que caía siempre en la cárcel cuando estaba alcanzando la salida.
Había aguantado toda una vida de tradiciones absurdas y costumbres estúpidas...el mismo restaurante...el mismo café...ninguna variación, ningún viaje al exterior, ninguna aventura esporádica.
Una vida vacía y hueca, llana, sin matices y....aburrida, sobretodo aburrida.Lo miró otra vez. Un ojo se le había quedado entreabierto...carraspeó y se dio la vuelta soltando una sonora ventosidad. ¡Que asco!¡Que odio acumulado de toda una vida!¡Que ganas de que...de que...¡Si, de que se muriese de una vez!, ya lo había dicho.Nunca la dejo hablar. Para el sus opiniones eran las de una pobre idiota .Nunca se sintió querida, solo la criada de la casa, sin sueldo, y el saco de boxeo donde se desahogaba de sus frustraciones.
¡Cuantos gritos y caras de loco! ¡Cuantos dedos amenazantes a dos pulgadas de su nariz habían logrado acallar sus protestas!Callaba para no alterarlo y que no lo oyeran los vecinos.
Soberbio, narcisista, con el complejo de superioridad con que ocultaba sus inseguridades...
Donde iba la armaba...en hoteles, en el médico, en cualquier sitio donde se le hiciera de menos.
Esa birria de palmo y medio la había enganchado como un perro fiero toda su vida, sin soltarla ni un momento y ahora, ¡Míralo!... ¿qué día es hoy?,... ¿qué hora es?... entre sueño y sueño. Demenciado e inútil dependía de ella para todo .Era su bastón, el báculo de su vejez. La necesitaba como un niño a su madre.
Abrió los ojos de golpe y se encontró con los suyos
-¿qué estas mirando?, le dijo-
Nada, contesto ella.
-¿qué hora es?-
Las cuatro y el café se te enfría.
-¿Me pones las gotas de los ojos?
Luego, primero tomate el café.
Apuro la taza de un sorbo, semitumbado en el sofá, y volvió a dormirse.
Eso, eso duerme.Ahora solo quedaba esperar.
A sus 86 años le invadió un sentimiento de libertad y excitación que no había sentido nunca.¡Por fin había sido capaz de tomar una iniciativa!

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