Matilde que llaman a la puerta. La señora siguió tomando el té con sus amigas. - ¿Quién es? - Es la señora de siempre. - No, no, no, dile que no estoy y no me la vuelvas ni a nombrar. Siguió charlando animadamente con todas. Al día siguiente mientras hacía flexiones con su entrenador personal en la piscina de su casa de campo volvieron a llamar. Señora que vuelve a ser esa señora de siempre... ¿Qué le digo? Mira Matildita, mírame a los ojos. Para esa señora yo nunca estoy. ¿Lo entiendes Matildita? Pues ya lo sabes. Pero la persistencia tiene su recompensa. Un día Matilde volvió a anunciar a la temida visita y a la señora la pilló con las defensas bajas. - ¿Quién es Matilde? - Señora es la vejez... ¿Qué le digo? - Dile que pase. Y la vejez se instaló a sus anchas.
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